Por Cristo Leon, última revisión 13 de diciembre se 2025.
Introducción
Uno de los desafíos más complejos en el diseño de sistemas de juego multiversales no es el balance numérico, sino la coherencia ontológica. Cuando dos sistemas de reglas distintos se encuentran, lo que entra en conflicto no son solo estadísticas o habilidades, sino supuestos fundamentales sobre qué es un cuerpo, qué es una especie, qué es la moralidad y cómo operan las causalidades. El caso del vampirismo es ilustrativo: en ciertos sistemas, el vampirismo transforma inevitablemente al humano en una entidad maligna; en otros, existen excepciones biológicas, culturales o cósmicas. El problema surge cuando un personaje cruza de un sistema a otro. ¿Sigue siendo “humano” en el mismo sentido? ¿La transformación aplica de la misma forma? ¿Estamos ante un problema de balance o ante un error de categoría?
Universos continuos y universos cotangentes
El Sistema Cósmico propone una distinción clave para resolver este tipo de tensiones: la diferencia entre universos continuos y universos cotangentes.
Un universo continuo es aquel que comparte una misma línea ontológica y causal, aunque exista desplazamiento temporal o tecnológico. Un humano del futuro que viaja 50,000 años atrás sigue siendo humano en sentido pleno. Su ADN, aunque tecnológicamente modificado, pertenece a la misma línea evolutiva. En este caso, los efectos sistémicos como el vampirismo aplican de forma completa y coherente. El viaje en el tiempo no rompe la categoría ontológica; solo desplaza al sujeto dentro de ella.
En contraste, los universos cotangentes son universos distintos que se tocan sin compartir origen. Un “humano” del universo B no es ontológicamente equivalente a un humano del universo A, aunque la forma externa sea similar. Aquí la analogía con lo planar y extraplanar resulta útil: no se trata de especie, sino de pertenencia ontológica. Desde el punto de vista del universo A, ese humano es un extrahumano. Su ADN no pertenece a la misma línea, por lo que los efectos sistémicos pueden manifestarse de forma incompleta, alterada o inesperada.
Vampirismo como prueba ontológica del sistema
(Explicación inspirada en una platica con Marcos Cabobianco)
El vampirismo funciona, dentro del Sistema Cósmico, como un test de coherencia ontológica. Si el vampirismo transforma a todos los humanos del universo A en entidades malignas, pero no afecta de la misma forma a una especie alienígena o a un extrahumano, la diferencia no es moral ni mecánica, sino categorial. El sistema no falla; revela una frontera ontológica.
Esto permite resolver un problema recurrente en juegos cruzados: no se trata de hacer excepciones ad hoc para proteger a un personaje importado, sino de reconocer que el sistema receptor no puede aplicar sus reglas de manera idéntica a entidades que no pertenecen a su misma genealogía cósmica.
Modalidades de tránsito activo entre universos
Para mantener coherencia, el Sistema Cósmico no pregunta solo de dónde viene un personaje, sino cómo llegó. Las modalidades de tránsito activo determinan qué capas del sistema se reescriben y cuáles permanecen intactas.
1. Tránsito por reconstitución total
Este modelo, inspirado en la teleportación tipo Star Trek, implica la desintegración completa del personaje y su reconstrucción según las leyes del universo receptor. Aquí el personaje es, en términos funcionales, “reinstanciado”. El sistema puede reescribir biología, metafísica y alineación. Mecánicamente, el personaje pasa a contar plenamente como nativo del nuevo sistema.
2. Tránsito físico continuo
El personaje cruza universos conservando continuidad material e identitaria. No hay reescritura ontológica, solo desplazamiento espacial o dimensional. En este caso, el personaje conserva su estatus de extrahumano. Los efectos sistémicos se aplican de forma parcial o divergente. El vampirismo, por ejemplo, puede no inducir corrupción moral completa.
3. Tránsito onírico o liminal
El cruce ocurre a través de sueños, estados alterados o planos simbólicos. Aquí el cuerpo puede permanecer en el universo de origen mientras la identidad actúa en otro. Los efectos suelen ser reversibles, simbólicos o acumulativos a largo plazo. Narrativamente, este tránsito permite explorar consecuencias sin romper el canon duro de ninguno de los sistemas.
4. Tránsito temporal en universo continuo
El personaje viaja en el tiempo dentro del mismo universo ontológico. No hay cambio categorial. Las reglas aplican plenamente. Los problemas aquí no son de identidad, sino de causalidad y paradoja.
De la excepción al principio: una solución sistémica
La propuesta del Sistema Cósmico no es añadir reglas especiales para cada cruce, sino establecer principios de articulación. Al definir universo, modalidad de tránsito y estatus ontológico, el sistema puede decidir de manera consistente qué reglas se aplican, cuáles se adaptan y cuáles fallan. Esto preserva el canon de cada sistema, evita privilegios arbitrarios y convierte el cruce entre universos en una oportunidad narrativa y mecánica, no en un problema de balance.
Cierre: coherencia antes que compatibilidad
El objetivo del Sistema Cósmico no es hacer que todos los sistemas sean compatibles, sino que sean inteligibles entre sí. Al priorizar la coherencia ontológica sobre la homogeneización mecánica, los cruces multiversales se transforman en espacios de exploración narrativa, filosófica y lúdica. No se trata de preguntar si un personaje “rompe el juego”, sino de entender qué nos revela su presencia sobre los límites, supuestos y posibilidades de cada universo.
Desde una perspectiva de comunicación transdisciplinaria, este enfoque permite dialogar con diseñadores, narratólogos, científicos y jugadores por igual, usando un lenguaje común: causalidad, identidad y transformación. Esto hace que el Sistema Cósmico no solo conecte reglas, sino marcos de sentido, mapas y territorios en escalas.
